“Holocausto animal” es un concepto polémico. Lo escuché por primera vez del activista Gary Yourofsky, y me abrió un poco más los ojos. Buscando más información descubrí que otros escritores y grupos de defensa animal han tratado el tema, también. Y el criterio ha sido criticado.
Entiendo que es un tema sensible. A mí me llega de cerca. Mi abuela probablemente hubiera terminado en el campo de exterminio de Auschwitz de no haber emigrado a la Argentina antes de estallar la guerra en Polonia.
Pero pregunto: Privación de la libertad, explotación, cámaras de gas, exterminio masivo… ¿No es eso lo que viven los animales en los mataderos? ¿Qué diferencia hay con un campo de concentración?
¿Qué es lo criticable de la idea del “holocausto animal”? ¿Que se trata de animales y no de seres humanos? ¿Que a las personas las mataban de hambre y a los animales los crían y engordan para matarlos?
Al fin de cuentas, se trata del abuso y la explotación de millones de individuos en nombre de la superioridad. Y es nefasto.
Se estima que aproximadamente 70 mil millones de animales terrestres son sacrificados para consumo humano cada año a nivel mundial. Este número no incluye peces y otros animales marinos, que aumentarían significativamente la cifra. [1]
Creo que es hora de que la humanidad empiece a hacerse cargo de las atrocidades. Es innegable que lo que le hacemos a los animales es inmoral. Y que el placer momentáneo que nos genera el consumirlos, no es razón justificable para semejante monstruosidad.
Aunque no los matemos con nuestras propias manos. Aunque no los abusemos con nuestras propias manos. Pagar para que alguien más lo haga por nosotros no nos exime de la responsabilidad y del destino que sufren los animales.
Entonces, ¿qué podemos hacer al respecto? Porque sí, hay algo que podemos hacer, y algo que debemos hacer. Porque ignorar el problema, mirar hacia otro lado, no nos libra de complicidad en el sufrimiento masivo de seres sintientes.
Estamos en un punto de inflexión como sociedad. Cada vez más personas están tomando conciencia de las atrocidades cometidas en nombre del consumo y la «necesidad». Pero la conciencia no es suficiente. La acción es crucial. Y hay muchas maneras de actuar: desde hacer la transición al veganismo, pasando por educar a los demás sobre el sufrimiento animal, hasta involucrarse en activismo.
Quizás te preguntes: ¿Realmente puedo hacer la diferencia? La respuesta es sí. Cada elección que haces cuenta. Cada producto que no compras por razones éticas es un voto contra la explotación. Cada conversación que tienes, cada post que compartes, cada documental que muestras a tu familia y amigos, todo suma.
Además, nunca antes habíamos tenido tantas alternativas accesibles y sabrosas a los productos de origen animal. Ya no hay excusas.
Pero es más que eso. Es cuestionar la moral detrás de nuestras elecciones y asumir la responsabilidad no solo por nosotros mismos, sino también por aquellos que no pueden defenderse.
Entonces, si te encuentras resistiendo la idea de que lo que ocurre en mataderos y granjas industriales es una forma de holocausto, te invito a que lo reconsideres. No desde el lugar del juicio, sino desde el lugar de la empatía y la ética hacia todos los seres sintientes.
Es hora de dejar de justificar lo injustificable. Es hora de despertar.
REFERENCIAS
[1] ‘Global Animal Slaughter Statistics and Charts’, Faunalytics, consultado el 26 de junio de 2023, https://faunalytics.org/global-animal-slaughter-statistics-and-charts/«