Entre el Juguete y el Plato: El Especismo en la Crianza

Desde el momento en que nacemos, la sociedad nos moldea con una serie de conceptos y prácticas que, al no cuestionarlas, perpetuamos sin darnos cuenta. Las estanterías de los cuartos infantiles suelen estar adornadas con juguetes y libros que proyectan una imagen idílica de la vida animal: la granja donde “la vaca nos da la leche” y “la abejita nos da miel”. Frases como “arre caballito” y canciones sobre animales de granja forman parte de un tapiz cultural que, aunque parece inocente, esconde una realidad especista que muchos eligen ignorar.

Este adoctrinamiento temprano se contrapone a otro mensaje que también se nos enseña: debemos cuidar y respetar a los animales, amar la naturaleza. Pero, ¿cómo reconciliamos esta enseñanza con el acto de sentarnos a una mesa donde se sirven pedazos de los mismos seres a quienes decimos respetar? Este comportamiento no solo refleja la crueldad hacia los animales, esta práctica también contribuye a desastres ecológicos de magnitudes devastadoras.

La hipocresía es tan grande como la contradicción moral que esto representa. Por un lado, se nos inculca desde pequeños la importancia de consumir frutas y verduras para crecer sanos y fuertes; por otro lado, la dieta vegana, la cual está basada precisamente en esos alimentos, es constantemente cuestionada e incluso desestimada por algunos sectores de la sociedad.

Y las contradicciones no terminan allí. Se nos escapa un aspecto fundamental en este debate: los derechos de los niños a una alimentación verdaderamente saludable. Los menues infantiles están repletos de carnes procesadas, categorizadas por la OMS como cancerígenas, y los lácteos, vinculados a diversos tipos de cáncer. Sin mencionar los problemas cardiovasculares asociados al consumo de alimentos de origen animal. ¿Cómo podemos afirmar que queremos lo mejor para nuestros niños cuando les ofrecemos productos que ponen en riesgo su salud?

Es hora de que como sociedad asumamos la responsabilidad de nuestras incongruencias. Apartar la mirada y pretender que no existe un problema es una actitud que no podemos permitirnos. Si la idea de explicar a un niño el proceso que convierte a un ser vivo en un «alimento» en su plato es algo que nos resulta inconcebible, ya que dañaría su sensibilidad y su corazón, entonces es imperativo que reconsideremos lo que estamos poniendo en esas mismas mesas.

Además, decir que deseamos un futuro brillante para los más pequeños mientras los alimentamos con sustancias que pueden perjudicar su salud es, en el mejor de los casos, un acto de ignorancia, y en el peor, uno de negligencia. Es fundamental comenzar a desmantelar los discursos especistas que se transmiten de generación en generación y empezar a construir un mundo que sea coherente con los valores de compasión y respeto que declaramos defender. La coherencia debe empezar en nuestras mesas y en la educación de nuestros hijos. Solo así podremos afirmar que realmente buscamos lo mejor para ellos y para el planeta que les dejaremos como legado.